27/11/08

Las notas de la dama

Primera pieza. Un crujido del antiguo piano. Tan antiguo, sin embargo tan impecable. Las notas firmes, fuertes, soberbias. Ni un poco de polvo en la madera destrozada. El hongo se confunde fácilmente. Un coro de voces se oye. En sus distintas lenguas se confunden.

Silencio. Una mosca del otro lado de la ventana trata de atravesar el vidrio. Choca una y otra vez contra su difuso reflejo. La habitación la ignora. El silencio ensordece paredes y telarañas. Entonces el sonido de la percusión. Un golpe seco. No hay respuesta. Entonces el eco. La mosca es golpeada por las vibraciones de la ventana. Huye.

El pianista ensaliva sus labios. Profundo. Respira. Cierra los ojos. Sueña. Con sus dedos acaricia el teclado. Una vez más respira. Ahora la escena erótica se torna azul. El pianista espera. Todavía. El corazón palpita. Esto no es amor. Es placer. Imagina la noche. La luna roja. El aire se acaba. Ya no respira más oxígeno, sino ilusión. La dama aparece por detrás. Su vestido se arrastra. Se sienta en el atril. La frente le suda. Entonces ruido. La mosca regresa. Se oyen solo sus alas. Incontenibles. Asonantes.

El pianista huele el veneno de su cadáver. La dama llora. Extraño. También sonríe. El pianista no oye sus risas. Solo la mosca. No recuerda ya su piano, ni sus notas, ni su silencio. Solo la mosca. La dama se seca las lágrimas con un pañuelo. Se sienta junto al pianista. Lo coge de los cabellos y levanta su cabeza. Su rostro. Besa su silencio. Lo suelta y deja que caiga. Su sangre lustra el suelo. Entonces la dama toca. El pianista solo oye la mosca. La mosca solo aletea.

1 comentario:

VERDE dijo...

Es... tormentoso. Tormentoso volumen.