12/12/08

Una cena de Navidad

Han pasado cinco años desde que deje de verlos. Talvez ya no me reconozcan, ya que esta tupida barba y estos lentes de poto de botella me hacen más viejo. No lo se. Pero, de algo si estoy seguro: la cena de esta noche con mis viejos amigos será especial. Me pregunto si Renzo, El Romantizoquista, habrá encontrado ya a la media naranja que tanto buscaba; si Carol, la artista excepcional, consiguió ingresar a a la escuela de bellas artes y hacerse famosa con sus pinturas, o si Lyem ya construye museos extravagantes y bibliotecas bizarras por todo el mundo. Todas estas fiestas navideñas me hacen recordar las bonitas épocas que pase con ellos en el colegio, los intercambios de regalo, las salidas al cine y las largas conversaciones en casa con la infaltable buena música. Cada minuto, cada paso que doy a casa de Lyem es intenso. No puedo esperar para contarles en el exitoso periodista que me he convertido y compartir mi logro con ellos. Mejor me apuro, no quiero llegar tarde a esa cena tan especial.

[...]

No fue como esperé. Mis expectativas no fueron satisfechas, al menos no del todo. Lyem, no consiguió ingresar a la universidad y nunca logró ser la arquitecta que soñó. Ahora tiene un empleo como nutricionista donde le pagan muy bien. Cuando le pregunté por qué se rindió, me dijo: "Estuve intentándolo y no lo conseguía, es por eso que me decidí por algo más fácil" Hubiese sido genial visitar sus raros museos si no se hubiese dejado vencer. Renzo, me sorprendió aun más. Al parecer, encontró su media naranja, ya que vive con una mujer y tiene una niña de seis años. Digo al parecer, porque no quiso hablar mucho cuando le pregunté sobre aquello. Pero la que más impresión me causo fue Carol. Su timidez, sus largos silencios, su pasado y sus miradas hacia el vacío siempre me causaron intriga. Fue Lyem quien me contó con lágrimas en los ojos, en una fugaz incursión a la cocina, que Carol se había casado en secreto y huido con su novio a Dios sabe donde para luego ser abandonada a la deriva. Su madre la buscó por cielo y tierra para al final encontrarla enferma y trabajando solo para sobrevivir. Ahora, ha vuelto a lo suyo: la pintura y desea ser la mejor.
A pesar de todo, la cena fue muy amena y divertida claro que con picos de tensión. Nos reímos hasta las lágrimas recordando las tonterías del colegio y la comida preparada por las chicas estuvo para chuparse los dedos. Sus vidas no fueron lo que espere, pero al menos la pasaban bien. Solo que al final olvidé un detalle: contarles que era el director del diario más reconocido del país. Tal vez algo en mi interior decidió que era mejor no hacerlo.

3 comentarios:

pelicanopitekus dijo...

Alguien dijo, que uno toma un desvío
en el camino,sin darse cuenta que allí está su destino.
Este relato me trajo a la memoria
esas largas conversaciones de adolescencia,cuando jurábamos amar para siempre y cambiar las cosas.
Ni el amor fué eterno,ni las cosas han cambiado,pero queda una dulce nostalgia de aun creer que aún es posible.
Lúcido,y hermoso relato.

VERDE dijo...

Y como escuché decir en Ratatouille, "lo único predecible de la vida es que es impredecible." Saludos.

Sanuti dijo...

A si yo pudiera reunirme con mis antiguos compañeros. Bonita historia, asi le sucedio a mis padres...

.-Sanuti