3/12/08

La última promesa de navidad

Ahora, no me queda nada más que esta pequeña que me lo arrebató todo. No dejó nada, y en su ignorancia inconsciente, parece triste por lo que hizo. Pero..., qué diablos. Llorar, no servirá de nada. Teresa, pequeña tonta, quemaste nuestro hogar. No sé si lo entiendas, pero ahora no tenemos nada. Hoy es víspera de navidad, y tampoco hay nada para cenar ni beber. Me preguntó qué haremos ahora, pequeña hermana mía.

¿Hermanito, papá y mamá cuándo volverán?, preguntaste mientras rodeábamos las luces de nuestro humilde árbol navideño. No tuve la fuerza para mentirte, así que dije la verdad. Ellos, no vendrían hasta después de unos días. Lloraste y sufriendo corriste a mis brazos, creo que pude sentir tu tristeza, aun así contesté: No te preocupes, aunque no estén, estoy seguro que están pensando en nosotros, y nos traerán muchos, muchos, regalos para disculparse. Así que no estés triste, ¿sí? Aún con lágrimas en tus mejillas coloradas, mientras me abrazabas, fuertemente, acercaste tu cuerpecito y besabas mi mejilla.

Yo, estaba muerto. Así que caí dormido en seguida, después de todo, desde que ellos nos dejaron solos, soy yo quien te despierta, hace el desayuno, lustra los zapatos, ordena tu uniforme, aun quien te cepilla los dientes entre dormida frente al hermoso espejo del baño.
Aunque, normalmente, me gustaría pasar más tiempo con nuestros padres y contigo. Es inevitable, no pueden estar con nosotros cuando más los queremos a nuestro lado. Sé que es doloroso para ti, pero no se puede hacer más. Mientras pensaba en todo esto, y dormía. Tú aprovechaste para huir de mis brazos, y jugar con las velas que compré para encender cuando toquen las doce campanadas. A tus casi cinco años, olvidaste apagar una vela cerca de la alfombra de la sala, mientras fuiste por unas más. Lastimosamente, la vela se consumió y la alfombra empezó a arder, cuando regresaste a ver qué sucedía, pequeña tonta, no sé en qué pensaste, pero solo mirabas el fuego. Me pregunto si en vez de haber hecho eso; me hubieras despertado, talvez habríamos salvado nuestro hogar. Sin embargo... Ya decidí, dejar las lamentaciones y lágrimas, para cuando vuelvan papá y mamá a ayudarnos. Aquí, no conocemos a nadie, ni tampoco tenemos parientes. Espero vuelvan pronto, como los héroes que siempre fueron antes que nazca Teresa.

Ahora, acorralados en el parque al que siempre solíamos ir juntos. Te abrazo para que no sufras el frío miserable, que viene acompañado de feroces vientos helados y el inicio de una granizada. Te protegeré con lo único que tengo, mi vida, Teresa. Así que ni se te ocurra enfermarte.
La noche estaba por acabar, entonces pude cerrar los ojos un rato. Estuve despierto, para que nada te suceda. Luego de unas horas, cuando desperté. Me fijé que había un anciano que, de vez en vez, visitaba a papá y mamá; vestido de negro, sombrero y un portafolio marrón, bastante, grande. Me acerqué y le pregunté si tenía noticias de mis padres, si sabía si volverían para noche buena, si podía ayudarme a comunicarme con ellos para contarles lo sucedido. Pero, solamente, abrió su portafolio y me entregó un sobre amarillo, bastante húmedo y el maletín que usaba papá. Me dijo: "Lo siento mucho, es todo lo que pudimos encontrar.", luego me dejó dinero y me terminó diciendo: "Si tienes familiares, ve a buscarles; si tus padres tenían amigos cercanos, entonces ve a pedirles ayuda", "esto te servirá para pasar las siguientes semanas y si necesitas más, que Dios te ayude..." No entendí nada, no le contesté nada por ello.

Cuando se fue en un auto blanco, que parecía un gran cubo de nieve con ruedas oscuras. Teresa despertó gritando mi nombre, olvidé que aún seguía dormida. ¿Tienes hambre?, le dije. Era obvio, no habíamos comido desde la noche anterior, y ella no es de las pequeñas que no andan tras algún bocado, tenía hambre; pero no me lo dijo hasta que se lo pregunté. ¡Bien!, dije. Y la llevé a desayunar con el dinero que me dejó aquel señor. Mientras comía y veía la nieve caer, suave, tranquila... No, yo diría hermosamente. Abrí el sobre y en ella una gran hoja blanca con un pequeño mensaje de parte de papá y mamá, sí era su letra. Y empecé a recordar...

¿Papá, adónde irás ahora? Pronto será navidad, ¡por qué siempre mamá y tú me hacen esto! Jamás están con Teresa y conmigo cuando más los necesitamos... No es justo, decía yo; mientras lloraba y papá me abrazaba consolándome. Perdón, pero te promet... ¡Te prometo!, ¡te prometo!, siempre prometes, siempre prometes; pero nunca cumples tus promesas, jamás has cumplido una sola. ¡NUNCA HAS CUMPLIDO UNA SOLA!, en ese momento, sentí que perdí tanto peso que podía volar por la carga que dejé en ese cuarto. Pero el nudo en mi garganta hacía contrapeso, y no me lo permitía. Mientras lloraba en mi habitación, papá y mamá tocaron la puerta pidiendo permiso para entrar. Les dije que no entren nunca más, hasta que cumplan sus promesas. Mientras recogía mi dolor, mis padres no dijeron palabra. En ese momento, dijeron: "Te juramos que volveremos para navidad, Dante... Aunque tengamos que escapar del trabajo, cruzar el cielo sin alas, o navegar sin salvavidas, vendremos y cumpliremos todas las promesas que te hemos hecho. Pero, dijo mi madre, mientras estemos fuera, cuida mucho a tu hermana, ¿sí? ¡Ella tiene la culpa!, pensé, si no hubiera nacido, ustedes tendrían más tiempo para mí... Quebré, mi alma quería descanso. No podía controlar ni la voz, ni las lágrimas. Terminaron diciendo tres palabras: "Perdón", "Cumpliremos esta". Entonces, partieron. Me acerqué a la ventana, aún temblando y mamá entraba al taxi que los llevaría al aeropuerto, como si entrara a una carroza fúnebre. Me sentí de lo peor... Mientras tanto, el mensaje decía:

"Perdónennos, aunque dejamos el trabajo, aunque decidimos dedicarnos a sus promesas en espera, este avión no tiene buen final, si este sobre y mi maletín llegan a sus manos, por favor, sobrevivan y cuídense... Los amamos, Ricardo ~ María".

No me di cuenta, cuando perdí el norte. Me vi inmerso en una atmósfera más oscura que el negro. Me desesperé, creo que fueron los gritos de mi hermana los que me salvaron del desastre que asaltó mi corazón. "¡¿Qué pasó, hermanito?!", "¿Por qué tienes esa cara?, estás muy, muy, blaaaanco". Cuando abrí el maletín, aparentemente, había mucho dinero, y lo que le pedí a papá cuando tenía la edad de Teresa. En aquel tiempo, y aunque ella todavía no había nacido, ellos no tenían dinero para regalarme el balón de fútbol americano que siempre pedí. Sí, mi sueño era ser jugador profesional. O, mejor dicho, aún lo es... Y llegar a ser como aquel genio que siempre observé en la televisión local, Vandihka Heggerseman Louis el alemán. Cuando, llorando (no pude más), tomé el balón, mientras lo observaba, pude sentir el aroma del último beso de mamá... A la vez, estaba firmado por el mismo Heggerseman Louis. Papá y mamá, dejaron el trabajo por ir a Alemania; comprar el balón y hacer, lo imposible, para que lo firme Herggerseman...

Fue un ángel o fue mamá, pero sin que me dé cuenta, estaba siendo consolado por esa pequeña que no medía ni la mitad que yo. Enseñándome que las promesas, son el mejor método por el que los vínculos se fortalecen y crecen.

8 comentarios:

Adur dijo...

T_T.... snif!! snif!!
wena... muy wena..

Anónimo dijo...

¿cuántos hogares seran asi?? T_T
¿Pasará Teresa de nuevo una navidad como aquella?
.... Muy buena saikaku. :)

pelicanopitekus dijo...

Bellisimo relato...Me hizo regresar a
mis navidades de niño,de barrio pobre.
Buena mano literaria,hay futuro ahí
saikaku.

Anónimo dijo...

Lo mismo pienso yo. Aunque sea una anónima... Saikaku tu estilo.. muy dificil de encontrarlo y por eso demasiado grato buscarte, encontrarte y leerte..
Saludos.

Anónimo dijo...

Que bello relato Saikaku. El mejor! tu estilo es bellisimo.
Saludos.

[ STF ] dijo...

El mejor que e leido,
te hace sentir esa sensacion
y calor de la historia.
excelente.

Anónimo dijo...

Hace mucho que en este blog ya nadie escribe.
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
x_X!

Anónimo dijo...

Muchas gracias por los comentarios, me alegra mucho saber que hay personas que gustan de leer lo que escribo.

Saikaku.