Los besos infinitos de Sara y Alfredo.

En la plaza lo estaba esperando. “Dame un poco de tu perfume” le había pedido a su hermana. Tenía una cartera azul y se había teñido el cabello. “Hoy le digo que sí se lo permito”
En el baño, él se lavaba el rostro y tarareaba una canción para no sentirse tan fatal.
Pasó media hora. “Es temprano, se decía”
“Es tarde, soy un confiado”, apagó su celular y caminó apresuradamente.
“¿Él es?... si… mierda… él es…” se dio media vuelta y se escondió en la esquina.
Fue hacia la esquina y se hizo el sorprendido.
Caminaron un poco y la arrinconó “que me querrá decir”
Luego de una larga caminata la detuvo y la arrinconó “Tengo algo que decirte”
“A que te refieres... pero… tú me quieres…” decía asustada.
“Lo siento… por favor, seamos amigos nuevamente…”
Ella, sintiéndose estúpida, aceptó.
“… ¿Quieres que te acompañe a tu casa?...”, le dijo.

***
***

Luego lloró “No quiero que me deje… no quiero que me vea llorar… ya fui lo suficientemente débil…”
“No llores… por favor… soy un idiota… todavía me gustas…”
“Y me besó.”
Y la besó.

“Ese día fuimos “enamorados” toda la tarde y toda la noche.”
“Ese día nos besamos y me sentía mejor que antes.”

“… ¿Qué somos?”
“Amigos…”
Sintió por un momento que se burlaba de ella.
Sintió que lo golpearía.
“¿Sólo amigos?”
“Si podemos... Si, sólo amigos, si.”
“Pero... ¿me amas?”
“Te amo.”
Y caminaron hacia la pileta.
Y caminaron en la dura noche.