13/2/09

Yo me llamo...

El segundo pasó. Nos soltamos en el frescor de la tarde. En realidad fui yo, porque tú ni siquiera sabes mi nombre. Eran las seis y no sabía que llovería a las nueve. Llovió a las nueve. 10, 11. Dos horas mirando la ventana. Las persianas apenas abiertas. La luz naranja estrellada contra el vidrio creaba líneas de imaginación en mi pared. Mía. La que enfriaba mis piernas desnudas. Las sábanas excitaban los vellos de mis brazos. Pero mi pensamiento estaba en los minutos detrás del segundo. Un segundo tiene quince minutos. Quince minutos para la ilusión y muchas noches despiertas. Muchos sueños largos de finales que se posponen porque no quieren terminarse. Y ya te olvidé, pero mis sueños te pintan con una dulzura que no sabía que tenías, porque nunca te hablé. Pero el segundo pasó a las seis de la tarde y fueron quince minutos para soñar despierto, y dormido.

"Hoy es el mañana que tanto me preocupaba ayer"
-Dale Carnegie-

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