31/1/09

Nunca, tú, en el mar...

Hablar de amor, hablar del mar. Sinonimia sin durares, al azar que un viejo loco como yo podría disfrutar. ¿Es dolor o es el viento que me manda Dios? Escucho tu grito, grito silencioso de bebé podrido en el vientre más cálido y perfecto, sí... tu vientre. El vientre de Dios.
De qué serviría el cielo, si sin ti no habría mar. Le reclamo a mi consciencia, por qué te hablo de esta manera tan del momento, tan romántiquera, ¡TAN FALSA! Esto es para los jóvenes nóveles, o los viejos solitarios. ¿De cuáles seré yo? ¡Odiaría saber que la respuesta es la primera, aunque la segunda también! Te odio, porque como el mar eres siempre salada, y no por tu suerte; sino por tu gracia y el sabor de tu piel blanca. Aunque tus pechos, serían como las islas en las que morí por ti, realmente dulces... y no por la leche.

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